Afuera, en el cóncavo espejo que es Ahora
un fino entretejido se suspende: alguien
habla de dos, otros de cifras que son inmensas cantidades.
La ascendencia se pierde en estratos
que no tienen demasiada importancia.
Se nombran los caminos los pazos los pequeños jilgueros,
se camina sonriendo por la empinada cuesta
con las botas sucias del barro del camino.
Se llenan los carrillos los rojos los sonrientes
de un aire
que ahí arriba se dice que es purísimo.
Y se habla de la guerra. Del color de la guerra.
Y aparecen los muertos, en fila, con el plato vacío
me preguntan algo que no entiendo, no entiendo qué me dicen
no entiendo qué hago ahí, por qué me siguen.
Y yo no sé qué hacer, y ellos tampoco.
Outside, in the concave mirror that is Now
a fine interwoven fabric is suspended: someone
speaks of two, others of figures that are immense quantities.
The genealogy gets buried in layers
that aren’t too important.
Some name the roads the country houses the small goldfinch,
some walk smiling on the precipitous slope
with boots caked with the mud of the road.
The cheeks the red the smiling
are filled with an air
that up there is said to be exceedingly pure.
And some talk of war. The color of war.
And the dead appear, in a row, with empty plates
they ask me something I don’t understand, I don’t understand
what they tell me, what I’m doing there, why they follow me.
And I don’t know what to do, and neither do they.
Es un prisma. Es un prisma que gira.
Es un prisma que fragmenta la luz, la descompone.
Es un sueño la luz.
Es un sueño la luz que se repite.
Es un espacio verde, que se hiciera
Hay dos amordazados en la luz
en el preciso verde.
Gira una vez el prisma y se hizo tarde.
Gira un vez la luz y hay un zapato suspendido en la esquina
un montón de arañitas verdes, casi transparentes que caminan
incendiándose el lomo, sobre una tela casi transparente que no
deja respirar a los que de una manera casi transparente
empiezan a quemarse.
Afuera, alguien salta tratando de mirar por la ventana
un golpe apenas en el vidrio, una marca de sangre.
Y es la luz, los irisados tonos de la angustia
Ese silencio bordado de la tela
Crujiendo, desde la lluvia verde, casi transparente.
It’s a prism. It’s a prism that spins.
It’s a prism that shatters the light, separates it.
It’s a dream the light.
It’s a dream the light that recurs.
It’s a green space, which happened
There are two gagged figures in the light
in the precise green.
The prism spins once and it grew late.
The light spins once and there’s a shoe suspended in the corner
a cluster of little green spiders, almost invisible, walking,
their backs catching on fire, across an almost invisible web
suffocating those that in an almost invisible way
start to burn.
Outside, someone leaps trying to see through the window
a crack barely in the glass, a spot of blood.
And it’s the light, the iridescent, anguished tones
That silence embroidered with the web
Creaking, ever since the green rain, almost invisible.
Para Elías Uriarte,
Para Verónica D’Auria
El tálamo es un agua oscura y verde que parece que tiene transparencia. Aquí yace la bella entrecerrados ojos que dan cuenta de un vidrio milenario. Las flores esparcidas por el agua están tan frescas como si estuvieran vivas, y no se aprecia bien si algunas de las floridas ramas no caen de los arbustos de la orilla. Hay piedras en el fondo y el vestido se borda dorado con ramaje y con borlas que también son flores empastando el entorno de una inigualable primavera. El verdor se trastoca hacia un azul de Prusia leve, como bajo, que campea por la escena dando una pátina de aire oscurecido. ¿Qué hora será en esta descripción? La luz, oblicua sobre un sauce, también tiñe unas varas acuáticas y el rostro de la muerta envolviéndolo todo en una atmósfera extendida hacia esa misma luz, que lo ilumina. ¿En qué momento suspendido de hojas y de flores y de rostro expuesto se expone esta visión? El rostro de reseda, los labios entreabiertos, los ojos leves, las manos hacia arriba de palmas extendidas. Hay un ligero corte en la línea del brazo que sobresale de la línea del agua. Las palmas extendidas de ese modo, ¿piden, esperan recibir, preguntan? Metálico el vestido –de oro recamado- el pelo extenso a ambos lado del cuerpo que empapado se esboza y sobresale en partes: el rostro, tan de seda y de cera por el que todavía campea un color, un rubor de la vida una minucia de aire entre los labios, el blanco cuello, el torso hasta los senos insinuados; la cintura la pelvis, se pierden bajo el agua. Y sobre las piernas vuelve a flotar el vestido –un poco inflado de aire y agua, se confunde con fondo o con orilla– sobre el oro crecen hojas y unas rosas abandonadas de guirnalda. Hay una comunión entre la luz, las hojas y las flores, Ofelia muerta –las manos hacia arriba, los ojos y la boca entreabierta– el agua. Hay algo de expectante que se extiende e inquieta por la luz y la pátina del aire, por lo vivo y lo muerto, por el instante en suspensión que se ofrece y la fuga pertinaz del que el entreabierto ojo da cuenta.
For Elías Uriarte,
For Verónica D’Auria
The thalamus is a dark green water that appears transparent. Here lies the lovely girl half-shut eyes bearing witness to a millennial glass. The flowers strewn across the water are so fresh they might be alive, and it’s hard to tell if some of the flowering branches don’t fall from the bushes on the shore. Stones lie on the river bottom, and the dress is embroidered with gold foliage and tassels that are also flowers spreading across an incomparable spring landscape. The green unsettles into a light Prussian blue, as if deep, that pervades the scene adding a patina of darkened air. What time might it be in this description? The light, slanting from above a willow, also tinges some aquatic stalks, and the face of the dead girl, enveloping it all in an atmosphere that swells toward that same light, which illuminates it. In what suspended moment of leaves and flowers and exposed face does this vision expose itself? The face like mignonette, the half-parted lips, the light eyes, the upturned hands with outstretched palms. There’s a light cut in the line of the arm where it breaks through the waterline. The palms outstretched in that way, do they ask, wait to receive, or question? The dress metallic –of embroidered gold– the hair flaring on both sides of the body that drenched suggests itself and breaks the surface in places: the face, so silken and waxen that a color still pervades it, a blush of life a pittance of air between the lips, the white neck, the torso until the insinuation of breasts; the waist the pelvis, disappear underwater. And above her legs the dress floats once more –slightly inflated with air and water, it bonds with the bottom or the shore– above the gold grow leaves and some deserted roses from a wreath. There’s a communion between the light, the leaves and flowers, dead Ophelia –her upturned hands, her half-parted eyes and mouth– the water. There’s something expectant extending and restless through the light and the patina of air, through the living and the dead, through the suspended instant opening up and the persistent flight from what the half-parted eye is witnessing.